domingo, 30 de octubre de 2011

Un Cuentito (con la colaboración de Belén Wedeltoft)


Llovía.

Hacía un frío de perros y en la calle sólo estábamos mi reflejo aquífero y yo.

El paraguas que llevaba se había convertido en un ridículo adorno negro, desencajado, inútil y molesto.

Un mal fin de día para un mal día. Coherencia en estado puro. Al menos el café caliente y reconfortante me esperaba en casa.

Apuré el paso para evitar prolongar el frío húmedo que sentía.

Entonces la vi.

Mojada y temblando. Delgada, curvilínea, pelo rubio ondulado, cara pálida de frío, manos finas y largas.

Uñas a medio pintar, o a medio despintar. Campera, jeans, botas. Todo mojado.

Estaba sentada en un banco de la plazoleta del barrio.

Por un momento pensé en seguir de largo. Pensé en el café caliente que esperaba, el cómodo sillón del living, pero...

Siempre un pero.

Me acerqué. Me miró. Le ofrecí mi paraguas. Me miró. Había algo en esa mirada... No sé, fría como el clima.

Increíblemente aceptó el convite.

Le pregunté adónde iba. Silencio. Otra vez esa mirada.

No hablaba, no emitía sonido pero esa mirada...

Con el frío calándome los huesos decidí irme. Le di el paraguas. Lo aceptó. Intenté fingir que olvidaba todo. Que sólo pensaba en mi café caliente.

- Mi buena obra del día.

Me engañé para mis adentros.

Apuré la marcha y a los pocos segundos algo más helado que la lluvia me hizo detenerme. Giré sobre mis talones y ahí estaba ella. Con mi paraguas desplegado. Me había seguido? Le pregunté si necesitaba algo más.

Esa mirada de nuevo. Me atemorizaba pero me atraía al mismo tiempo. Sin pacto previo seguimos caminando juntos hacia mi casa. No hablamos una palabra.

Llegamos. Abrí la puerta y la posibilidad del café recién hecho me rodeó y revitalizó.

Ya lo estaba saboreando. Le pregunté si quería un café. Asintió. Le acerqué una toalla. Estaba empapada, se empezó a secar el pelo con vigorosos movimientos.

Tomamos el café en silencio.

Esa mirada...

Le pregunté si quería más. No dijo nada. Ante mi asombro se sacó la ropa empapada y se recostó sobre el sillón.

EL café quedó servido y enfriándose

No hizo falta hablar. Esa mirada decía todo....

Me fuí con ella.

Fin